lunes, 14 de agosto de 2017

AQUELLAS TIENDAS DE CHUCHES

Comprando gominolas hace unos días para mis mellizos (y para mi) en una moderna tienda de chuches con sus dispensadores, sus pinzas y palitas para no cogerlas con la mano, limpieza inmaculada, iluminación en blanco.. recordaba donde iba yo con la propina de los domingos a comprar gominolas, entre los 7 y once años.

Poco tenían que ver con lo que hay ahora. Su tamaño era pequeñito y sus dueños, legendarios.

En Barbastro estaba la tienda de la Señora Filo, en la calle Monzón, ahora Joaquín Costa. En esa tienda podías encontrar de todo, desde las cocacolas marrones y verdes, ositos de regaliz, hasta los helados de Avidesa. 25 pesetas  o 50 daban para mucho y la Señora Filo las hacía cundir, vaya que si. Luego esta tienda pasó, creo que era su nieto, a Javi, que hizo tan buena labor como su abuela, manteniendo vivo el espíritu del lugar.

En la calle Monzón, permitidme que siga escogiendo el nombre de la época, había también una tienda de ultramarinos, en la que había una especie de casillas de madera con caramelos, que su dueña, Ascensión, te ponía en un cucurucho de papel. Mis preferidos eran los "limonetes y naranjetas".

En Lanaja, el pueblo de mi padre, estaba casa Meterio (Emeterio), era la casa del susodicho donde había un armarito de madera donde estaban sus chuches. Especialista en sidral granulado, si señor, y otros clásicos de la época. Allí iba yo con mi amiga Angelita y luego, más tarde, con mis primas a proveernos de género del bueno.

Entonces no se vendía a peso, sino por unidades, y tu ibas cogiendo cosas, mientras el tendero o tendera iba contando, tú nervioso, porque apurabas hasta el final tu propina, para salir con una cara de satisfacción infinita hacia tu casa o a la calle con los amigos.

Ninguna de estas tiendas existe ahora. Ahora me he enterado por una amiga que otra, pero que ya vendía a peso, llamada Lamines, está cerrada y que de las más viejas sólo queda Caprichos en la Calle Mayor, pero ya con un concepto diferente, como las que han abierto nuevas.

Da un poco de pena como todos estos negocios han ido despareciendo, como la sociedad nos conduce hacia un mundo aséptico y uniforme, donde podemos comprar las chuches perfectamente envasadas en un moderno supermercado, junto con la compra semanal, o a peso, en las tiendas que hay ahora. Me da un poco de pena que mis hijos se pierdan todo esto que viví yo, pero supongo que cada generación pierde en algunos aspectos y gana en otros.

1 comentario:

  1. Pues sí que da pena que desaparezcan estos comercios de toda la vida... Por mi barrio todavía queda alguno más o menos parecido, una cosa intermedia entre el blanco inmaculado y las pincitas, y lo de coger las chuches con la mano.

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